A pesar de que los Centros de Verificación Vehicular operan bajo un sistema de citas, en la práctica este protocolo es completamente ignorado. Quienes acuden con previa cita se enfrentan a la misma espera que aquellos que llegan sin ella, generando desorden y confusión desde el ingreso.
La falta de control en la atención provoca que la cantidad de vehículos a verificar supere por mucho la capacidad operativa de los centros. Las filas para acceder a los establecimientos pueden extenderse hasta por cuatro horas, sin distinción para quienes intentaron organizar su visita con antelación.
Este caos también se traslada al área de pagos, donde los procesos se ralentizan por la alta presencia de usuarios sin cita previa, quienes colapsan los módulos y contribuyen al desbordamiento del sistema.
Los espacios de espera, por su parte, se encuentran abarrotados, sin condiciones adecuadas para que las personas puedan permanecer ahí mientras sus vehículos son verificados. Muchos ciudadanos deben esperar de pie, en la intemperie o bajo condiciones poco cómodas, lo que añade molestia a una experiencia ya frustrante.
Como si fuera poco, los empleados del establecimiento han dejado de ofrecer las recomendaciones habituales sobre el proceso. El trato se ha vuelto apresurado y, en muchos casos, grosero, evidenciando la presión bajo la que operan, pero afectando gravemente a los usuarios.
La implementación de un sistema de citas debería ser una solución para ordenar y agilizar los servicios, pero en la práctica, la falta de seguimiento y control ha convertido los Centros de Verificación en espacios caóticos, donde la organización brilla por su ausencia y el malestar ciudadano va en aumento. Autoridades competentes deberán responder ante esta problemática y tomar medidas urgentes para restablecer un servicio digno y funcional.
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